Escuchando mis propios latidos…

PROSA Nº 3 DESDE MI CAPARAZÓN


Día 35 de confinamiento por el Covid-19, Madrid, 22:45 horas:

Hoy me he mirado al espejo y he descubierto que las raíces de mis canas, sin teñir, ya miden algo más de dos centímetros y medio… E increíblemente y por primera vez, me han gustado. Incluso me enternecieron. Pensar que cada mes las borro… “Estoy viva y eso es lo que me permite observarlas”, me digo. En este aislamiento tengo más tiempo para mirarme, para observar mi reflejo, leer sus señales y su lenguaje. Hasta mis ojeras me están pareciendo bellas y… ¡son tan propias!

Me toco las manos, me las lavo muchísimas veces, con mimo, con cariño. Nunca se habían acariciado tanto, dedo a dedo, mis dos manos durante el día. Todo mi cuerpo se sincroniza, mis chakras se alinean… Descubrí algún cabello blanco en mis cejas y no grité esta vez como hace unos años, cuando arranqué ese pelo totalmente ausente de color; era tieso, brillante delatando con escándalo el paso del tiempo. Ahora me lo tomé con calma, será que voy asumiendo que tengo más “experiencia” —por ahora no hablaré de “años”—.


«Nunca mis manos se habían acariciado tanto»

Aunque algo ensimismada en mi caparazón por estos días de encierro, el entorno y lo que estoy viviendo me sobrecoge y entristece. Ayer supe que mi vecinito, el que aplaude con euforia, se llama Alejandro. Lo miro mientras aplaudo e imagino un buen futuro para él, pero en más de alguna ocasión me he sorprendido secando gotitas de lágrimas que han caído sobre lo que he desinfectado de la compra en la cocina, en este nuevo ritual de supervivencia. Lloro, sí, hay días más difíciles de asumir que otros… Sollozo en soledad por lo que sucede en esta tierra a la que quiero y me uno con frenesí entre venas y alma. Soy una más en esta bella España mía y no me gusta verla sufrir. Me parecía invencible entre tanta gente bondadosa… Esta congoja se mezcla por Italia y por el mundo. Y por mi país natal —llamado Chile— que, dentro de mis ilusas fantasías, llegué a pensar que por ser el último lugar del cono sur, quizás se libraría de este mortífero virus. Sufro dos veces y más…

Al día siguiente, encapsulo el dolor e intento animarme sintiéndome guapa. Me echo ese perfume caro para “alguna ocasión especial” -tan guardado estaba que me costó encontrarlo-, y me arreglo… Encuentro mi sujetador y, al ponérmelo, noto que mis pechos reclaman “¡qué comodidad hemos sentido estos días sin él!”. El no tenerlos aprisionados ha sido una de las mejores experiencias de este confinamiento. Hoy es un gran día: es mi tercera salida en esta cuarentena. Voy al supermercado a comprar algunas cosas que me faltan, y harina para hornear cosas ricas y dulces… el cuerpo me pide azúcar. En una acción instintiva, me pongo carmín en los labios… Luego pienso “¿Para qué? Si me pondré la mascarilla…”, pero continúo… me gusta… “Esto es un pedacito de la antigua normalidad”, dice mi subconsciente. Me quito las cómodas zapatillas de andar por casa y, al ponerme los zapatos, me cuesta un poco. Mis pies se han ensanchado, los dedos van cada uno por su lado… Pero se les ve relajados y felices.

Entre mi cuerpo y yo estamos teniendo una bonita relación y duermo abrazada a mí. Se expresa y yo le estoy prestando atención. ¡Es increíble!, siempre habla, pero quizás nunca tenemos tiempo de escucharle, quererle y mimarle. Lo bueno de esto es que se nos hará una costumbre oírlo y entenderlo, para conocernos más e interactuar con nuestros semejantes como quisiéramos que nos trataran a nosotros. Será más fácil de ahora en adelante entender al prójimo. Hay un órgano en el centro de nuestro cuerpo que remece todo nuestro interior cada segundo. Démosle al corazón lo que nos pide, escuchemos en estos días el lenguaje de sus latidos… Desea el perdón y el reemplazo de vocablos desagradables, negativos, fuertes y ofensivos. Quiere más palabras gratas, más cuidados, más verdades, más compasión, menos estrés… Doy fe, pide sosiego y más frases: te entiendo, te perdono, te quiero

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14 comentarios de “Escuchando mis propios latidos…

  1. Salvador Fausto Valdés dice:

    Precioso texto, Amely. Me reconforta leerte. Es como un bálsamo de emociones. Gracias por estar y por ser…

  2. Maria Esther Flórez dice:

    Amely.
    Leí el relato de tu historia actual del encierro por el coronavirus y me enterneció como lo relatas, que auténtica eres al relatarlo, Quiero qué sepas que me encantó y me maravillo. Eres un gran ser humano y una gran poeta.

    Un súper abrazo

    Maria Esther ???

  3. Victoriana dice:

    Ay, amiga me veo en esas palabras. Son un reflejo de la mayoria de mis actos.
    Yo me libero del confinamiento por mi trabajo, pero alli se sufre. Me reconforta el poder ayudar. y un simple gracias de un paciente te hace feliz.
    Ganas de abrazarte amiga. Ojalá esto pase muy pronto.
    TE QUIERO MUCHO

  4. MARIA SUSANA dice:

    LA MAGIA DE TODO ESTO ES QUE NOS PERMITE VER LO QUE SOLO , CUANDO EL ALMA LLORA, AFLORA EL SENTIMIENTO MAS PURO Y SINCERO. LINDO AMIGA TQM

  5. Ana_María dice:

    Mi querida amiga, no sabes como te entiendo, hoy mismo miraba mis canas y…… eres una mujer fantástica, te adoro desde Chile

  6. Alex Duvauchelle dice:

    Bellísimo y conmovedor… me encantó aquella frase de «dormir abrazada a mí», geniaaal, prima querida.
    Grande, Amely!!

  7. Nieves dice:

    Qué manera tan bella y llena de emociones de relatar la realidad diaria del confinamiento. Gracias por el regalo de poder leerte y sentir…
    Muy agradecida por qué lo compartas conmigo, Amely!!

  8. Maria Loreto dice:

    El mundo supo que necesitaba un cambio radical por los que partieron y se hizo un desafío universal luchar día a día por el futuro noble de las cosas simples…

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